En una sociedad con pluralismo moral, es necesario incluir la dimensión ética en el desarrollo y ejercicio profesional.

¿Qué se entiende por ética del cuidado?

En una sociedad con pluralismo moral, es necesario incluir la dimensión ética en el desarrollo y ejercicio profesional mediante la adquisición de competencias para ello.

Con esta competencia se busca dotar de los conocimientos, actitudes y habilidades a quienes cuidan, para proteger la privacidad, la intimidad, la autonomía y los valores de la persona cuidada. De manera que puedan ofrecer seguridad y confianza, respetando su código moral y representando a cada persona en la vida cotidiana correctamente, según sus preferencias, valores y deseos.

Es necesario trabajar con el personal experto para que sea capaz de poner una mirada ética en su proceso de trabajo.

¿Qué queremos lograr?

Conocer los principios universales que deben de cumplirse para respetar la dignidad y los derechos de las personas cuidadas: no-maleficencia, justicia, autonomía y beneficencia. Con su conocimiento, la persona profesional podrá emitir juicios sobre lo que se debe y no se debe hacer, y colaborar en la elaboración de protocolos de “buena praxis” que salvaguarden los derechos.

Desarrollar las competencias éticas (virtudes) necesarias para un buen trato “cálido” en el cuidado, especialmente para el cuidado de personas “no autónomas” en situación de gran fragilidad.

Enfrentarse a los diferentes conflictos de valores en el ejercicio de la profesión a través de la actitud deliberativa en el trabajo en equipo y un cuidado personalizado para personas diversas, con diferentes identidades. Los conflictos de valores más frecuentes se darán en relación con los cuidados al final de la vida y las decisiones de representación de las personas con demencia u otras limitaciones que impidan el autogobierno.

¿Cuáles son los beneficios de incluir en las organizaciones la competencia de ética del cuidado?

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